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Capanna ríe a carcajadas. Su sonrisa es grande y abierta, y la deja escapar muy a menudo. Su oficio es la escritura. “Yo no soy narrador. Soy ensayista”, se describe. Desde su casa de la zona norte de la Provincia de Buenos Aires entrega sus habituales notas al suplemento “Futuro” del diario Página|12 vía correo electrónico, y edita sus libros en la comodidad de su sofá. Tiene 72 años y está casado con Lucía Graciela Carta, con quien convive. Realizó el Profesorado en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, pero nunca abandonó su pasión por la ciencia ficción. Más de una generación de lectores ha descubierto a Philip K. Dick y J. G. Ballard a través de sus trabajos. Como ex colaborador de las revistas Criterio, El Péndulo y Minotauro, y ex docente de la Universidad Tecnológica Nacional, Capanna abre las puertas de su hogar para hablar de experiencias e imaginarios.
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¿Cómo fue que empezaste a interesarte por la ciencia ficción?
Empecé por la historieta. Acá [en Argentina] la ciencia ficción llegó recién con la revista Más Allá. Y después tuvo su entrada triunfal a fines de los años cincuenta. Pero hasta ese momento era un género mal visto. En la facultad uno no podía decir que leía ciencia ficción o que le gustaba. Eso me causó problemas en un seminario de filosofía, porque quise hacer una monografía sobre [el escritor estadounidense Howard Phillip] Lovecraft, y me dijeron que no era serio, que estaba en la universidad. El titular de la materia me alentó con el trabajo, pero después en la mesa de examen había dos profesores que no entendían el tema y les pareció una falta de respeto que les hablaran sobre eso. ¡Casi me bochan! Era un tema de discriminación. Diez años después los franceses descubrieron a Lovecraft y se hizo famoso. Ahora es como decir “Kafka”, pero en esa época era algo sin prestigio. |
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¿Cuáles eran las historias que más te interesaban?
Las del futuro. Soñaba con el año 2000; qué edad iba a tener, qué cosas iba a hacer… Si iba a poder viajar por el espacio… Fantasías infantiles de viajes espaciales, de extraterrestres. Además había otra perspectiva cultural; nosotros pensábamos que para el año 2000 la Argentina iba a estar al nivel de Estados Unidos (risas). Ése era nuestro imaginario, que íbamos “por el buen camino”. Éramos pocos los lectores de ciencia ficción. La revista Más Allá tuvo mucho éxito porque circuló por toda América Latina y España. Se mantuvo mucho tiempo porque tenía un público grande. Acá en Argentina, en cambio, sus lectores éramos pocos, aunque variados... Había desde ingenieros hasta profesores de latín. No era como en Estados Unidos, donde la ciencia ficción era parte del folklore nacional |
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La sociedad en general, ¿tenía también estas fantasías?
La sociedad recibía todo eso pero de segunda mano. Nadie pensaba que era serio, pero no dudaba que pudiera ocurrir. La gente creía en platos voladores, porque era parte de su imaginario, pero no lo decía en voz alta. Creíamos que la tecnología podría arreglar cualquier problema en un futuro no muy lejano. |
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¿Cuáles eran las tecnologías que aparecían como revolucionarias?
Todo lo espacial. Se lo veía como el futuro. No se pensaba en nada parecido a la computación. Las computadoras eran unos monstruos enormes que tenía el Pentágono. No eran para uso personal. [El escritor, periodista y matemático argentino] Leonardo Moledo me dijo una vez que la verdadera revolución no fue la computadora sino la computadora personal. Que la NASA tuviera una máquina que hacía cálculos era cosa de la NASA. Pero que uno pudiera tenerla en su propia casa, esa fue la verdadera revolución. |
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¿Cuál dirías que es el invento revolucionario del siglo pasado?
Yo creo que la Informática. La energía nuclear fue la gran promesa, pero no funcionó. Fijate lo que era el imaginario de los años cincuenta: la revista Más Allá se fechaba “Era Atómica Año 1”. Y traía planos desplegables de la locomotora atómica, se suponía que íbamos a viajar en eso… Recuerdo una nota que anunciaba que en cinco años se iba a crear la aspiradora nuclear para el hogar. No sé qué iba a ser eso, cómo iba a funcionar (risas). Todo iba a ser nuclear, pero después se pinchó. En cambio, la revolución más rápida y silenciosa fue la de la Informática e Internet. Internet cambió todo. Abolió las distancias. Yo hoy puedo hacer un montón de cosas desde mi casa. Si pienso en la cantidad de veces que tuve que tipear un libro en máquina de escribir... En cambio ahora millones de textos se van corrigiendo todos los días. Ahora es tan fácil conseguir información... ¡que uno se pregunta por qué meten tanto la pata los periodistas! |
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¿De dónde sacabas la información de ciencia ficción o de tecnología para escribir?
De un programa de radio que se pasaba a la una de la tarde, de la Embajada de Estados Unidos. Entonces contaban que se acababa de desarrollar un novedoso material que se llamaba plástico … Uno les escribía y te mandaban el guión, para coleccionar. Los lectores más avanzados leían Mecánica Popular y ese tipo de revistas, que eran un poco más técnicas. Había una revista, Hobby, que era de manualidades, de bricolaje, desde carpintería hasta electrónica. Ése era también el público de Más Allá. Mecánica Popular y Hobby estaban más vinculadas con la tecnología. Más Allá, en cambio, se corría de ese registro. Cuando llegué a la facultad había dejado de salir Más Allá; me quedé medio huérfano. Después apareció Minotauro, que también hacía ciencia ficción pero con menos criterio, con un tono más masivo. Minotauro me mantuvo unido a la ciencia ficción. Me hice amigo de [el editor español, fundador de ediciones Minotauro, Francisco] Porrúa. Escribí mi primer libro pidiéndole ayuda en algunas cosas. Y después me volví a vincular a esa escena con El Péndulo. Es una cosa notable cómo se mantiene la fama de El Péndulo después de tantos años. He encontrado toda clase de gente que leía la revista El Péndulo, , ¡hasta un obispo!. Yo soy amigo de [el escritor y editor de revistas español] Marcial Souto [1] de toda la vida. Él me conseguía varios libros sobre un tema determinado y me decía “¿por qué no hacés algo con esto?”. Yo no tenía ni que ir a buscar el material, era fantástico. También estaba [el diseñador y dibujante] Andrés Cascioli [2], que fue un tipo muy importante para el mundo editorial argentino y murió medio olvidado, no se le rindió el homenaje que se le debía. Porque él hizo [la revista] Humor. Cascioli no entendía mucho, pero dejaba hacer, la calidad no le importaba en absoluto. Entonces Souto disponía él, hacía todo él. Y yo hacía todo en complicidad con él, con total libertad para escribir lo que quisiera. |
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¿Y en Página | 12?
En Página, también. Empecé a través de [el matemático y periodista argentino, Leonardo] Moledo, a quien también conocía de El Péndulo. Después coincidimos en la Universidad Tecnológica Nacional, donde yo era jefe de departamento. Un día me llamó y me pidió una nota. Textualmente: “Como viene el verano, la gente quiere cosas livianas. Hacé algo con ciencia ficción”. Le gustó lo que hice, así que me pidió otro texto. Después, a la tercera nota, me dijo que haga una por mes. Pero no te creas que gano mucho (risas). Estuve trece años ganando lo mismo, recién el mes pasado me aumentaron algo. Al principio Leonardo me llamaba, me decía “porqué no cambias esto, fijate en aquello”. Después ya no me molestó más. Hacemos un contacto epistolar por correo electrónico, no nos vemos nunca, y está todo bien. |
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¿Los temas los decidís vos?
Sí, los tengo que inventar… ¡ya no sé qué escribir! Es terrible. Cuando era chico quería ser dibujante de historietas, así que hice un curso por correo. Después descubrí dos cosas: primero, que no sabía dibujar y segundo, que era terrible tener que hacer una tira todos los días. Yo compadezco a quienes lo hacen. Es terrible, una esclavitud. En Página, como es una vez por mes puedo ir pensando algo, buscando algunos temas raros. Me ayuda mucho Internet. Al principio compraba libros de divulgación, en la época del uno a uno. Así hice cuatro libros. Dos están publicados, otro va salir este año y otro va a estar listo para el año que viene. Así que funcionó. Es un lindo trabajo, aunque se gane poco. Por ejemplo, en Internet hay gente que toma una nota mía y la publica en su blog, sin que yo los conozca. Es muy satisfactorio. |
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¿Y en Argentina qué se pensaba sobre extraterrestres?
Hace poco Alejandro Agostinelli publicó un libro sobre extraterrestres en Argentina [3]. En él rescata un episodio de los primeros años sesentas, de alguien que dijo que iban a bajar tres platos voladores en la laguna de Chascomús. Y juntó tres mil personas. Hacían caravana por la ruta para verlo. ¡Casi lo matan! Lo tuvo que rescatar la policía. Eso fue lo más parecido que hubo al caso de La Guerra de los Mundos [4] . Además, el caso se relaciona con otras leyendas, ¿no? Por ejemplo, Thomas Alva Edison afirmaba que podría comunicarse con los muertos. Nikola Tesla también decía algo parecido [5]. Es un pensamiento muy de fin de siglo XIX, muy del espiritismo. También Guglielmo Marconi estaba involucrado con esas ideas. Acá en Argentina estaba toda la escuela de Leopoldo Lugones. El primer viaje extraterrestre de la ficción en Argentina es el narrado por [el naturista y escritor argentino] Eduardo Ladislao Holmberg, pero ahí lo que aparece es el viaje de un cuerpo astral [6]. |
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| Leonardo Moledo |
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¿Te acordás de algún programa de televisión de ciencia ficción?
Estaban los de [el director y guionista de cine uruguayo] Narciso Ibañez Serrador, que son históricos. Hacían viajes a las estrellas… O películas… El día que paralizaron la tierra [Estados Unidos, 1951, dirigida por Robert Wise], por ejemplo, la vi tres veces seguidas. No puedo entender porqué me enganché tanto, porque después de todo no es tan buena. Yo estaba en la secundaria… |
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¿Qué era lo que te llamaba la atención? ¿La tecnología?
No, no. Era la cosa misteriosa. Como en La guerra de los mundos: lo extraño, los marcianos, ¿por qué nos venían a conquistar? Hoy ya es otra cosa. Todas las semanas aparece una película de animación distinta. Son aburridas. Pero en ese momento era algo que nunca se había pensado. Que parecía una inmersión en un mundo misterioso. Y El día que paralizaron la tierra, que tenía todo un mensaje contra la guerra entre otras cosas, impresionaba mucho. |
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El miedo a la guerra influyó bastante en la ciencia ficción…
Así es. Hay gente que dice que la ciencia ficción ayudó a evitar una guerra nuclear. Porque se insistió tanto en el tema, se metió tanto miedo, que los que tenían la posibilidad de desatar la guerra no se animaron nunca. Sabían que no iban a tener ningún respaldo. No era como las guerras convencionales en las que se enfervorizaba la gente a luchar e iban al frente, aunque después volvieran desesperados. La guerra nuclear era vista directamente como el apocalipsis. Un filósofo, Carl Youngster, dijo eso. Escribió un libro sobre energía atómica y lo que dijo es que las profecías de ciencia ficción ayudaron a evitar la guerra nuclear. Puede ser… Ojalá. |
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Apartado |
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Desde la izquierda: Adolfo Capanna y Schöpin Eccheli (abuelos de Pablo Capanna) con Guglielmo Marconi, en una fiesta familiar, a principios de siglo XX. Está tomada en Sasso Bolognese (Hoy Sasso Marconi), el pueblo natal del inventor. |
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Guglielmo Marconi |
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Charles Cross |
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La radio y la comunicación extraterrestre
Capanna nació en Italia en 1939. Su familia se embarcó a la Argentina cuando él tenía apenas diez años. Entre sus orgullos de origen, Capanna saca a relucir un lejano parentesco con Guglielmo Marconi. Premio Nobel de Física en 1909, Marconi desarrolló el sistema de telegrafía sin hilos. “Mis padres eran del pueblo donde nació Marconi, Sasso. Tengo una foto de unos tíos míos con él.” En ella, se observa un gran número de gente en una fiesta. Capanna señala a uno de ellos en medio de la multitud. Es Marconi. “Era el ídolo del pueblo… De Marconi se decían cosas legendarias. Que podía comunicarse con los muertos y que había inventado un “rayo de la muerte” que derribaba a los aviones en pleno vuelo”. Ya en Buenos Aires, su relación con la radio siguió siendo estrecha. “La radio era la gran compañía, era un rito escucharla toda la tarde. Me acuerdo que hacía los deberes y escuchaba los radioteatros que ponía mi mamá; me los conocía a todos. Hubo un radioteatro de ciencia ficción llamado Aquí Saturno. Yo siempre escuché radio pero trabajando en otra cosa, como música de fondo. La radio portátil cambió el paradigma, porque la comunicación se hizo más interactiva. La gente empezó a llamar a las radios. Pero la verdad es que seguía siendo un medio unidireccional. Uno escuchaba, se imaginaba cosas… [El filósofo canadiense Herbert] Marshall McLuhan dice que la radio influyó en los procesos de descolonización. Él da el ejemplo de los beduinos que iban en camello con la radio portátil y se enteraban de los movimientos en Argelia. Entonces la revolución se habría armado en base a la radio portátil”.
La radio también ha sido tema de ficciones. “Yo hice un artículo sobre Charles Cross, un hombre que siempre llegaba tarde a patentar sus inventos. Él también escribió un cuento sobre alguien que se comunicaba con el planeta Venus vía radio”.
Charles Cross (1842-1888) fue un científico francés, inventor aficionado y “uno de los primeros teóricos de la comunicación con extraterrestres”[7] . Luego de que le negaran la patente por la invención de la fotografía a color (al parecer, el mismo día, 7 de mayo de 1869, el inventor Louis Doucos había presentado su petición ante la Sociedad Francesa de Fotografía, mientras que Cross solamente dejó un sobre cerrado con la información adentro), Cross también perdió la patente ante Edison por un dispositivo para grabar sonido. En 1869 publicó un “estudio sobre los medios de comunicación con los planetas” y en 1873 presentó ante la Academia de Ciencias su “proyecto de comunicación con los habitantes de Venus”[8]. En su cuento Un drama interastral, Cross relata la historia de un científico de un futuro en el que todos se encuentran obligados al celibato, que recibe una transmisión holográfica de una mujer de Venus. Ambos se enamoran, pero al verse relegados a una vida de intercambio de mensajes sin poder encontrarse, deciden suicidarse.
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Notas |
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1 En 1979, Marcial Souto y Andrés Cascioli fundaron la revista El Péndulo.
2 Andrés Cascioli nació en 1936 y falleció en 2009. Es una figura clave en la historia
de revistas como Humor, El Péndulo y Fierro.
3 Invasores, Buenos Aires, Sudamericana, 2008.
4 Ver apartado "La radio".
5 Thomas A. Edison y Nikola Tesla fueron inventores estadounidenses
contemporáneos. Ambos realizaron investigaciones y descubrimientos en el
campo de la electricidad, al punto de llegar a competir para ver cuál era mejor:
la corriente continua o la corriente alterna (respectivamente, lo que cada uno
promocionaba). Tesla resultó el ganador de lo que se llamó "la guerra de las
corrientes", si bien Edison es mundialmente más reconocido.
6 En El viaje maravilloso del señor Nic-Nac (1875), Holmberg relata un viaje a
Marte de forma astral, que encierra una fuerte crítica de las costumbres y el
darwinismo de su época. Al año siguiente Holmberg describió otro viaje a Marte
en el relato Insomnio.
7 Pablo Capanna. Suplemento Futuro del diario Página/12, 3 de junio de 2006.
Futuro, diar
io Página/12.
8 Ibídem. |
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Créditos |
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Entrevista | Natalia Valchi
Estudiante avanzada de la carrera de Ciencias de la Comunicación Social (FCS-UBA)
y actualmente participa de un taller de periodismo científico en el Instituto Leloir.
Fotos de Prensa de Capanna | A. Rodríguez
Ilustración de Tapa | Tao777
Edición General | Máximo Eseverri
Agradecemos a Pablo Capanna la colaboración en la entrevista
y el aporte del material fotográfico familiar |
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