En 1976 la televisión ya había alcanzado un lugar hegemónico en el sistema de medios que le permitiría jugar un rol político y cultural central durante la última dictadura. Si a fines de los años sesenta, la construcción de una cultura televisiva estaba consolidada, las elecciones de 1973 pueden considerarse un hito para la relación entre televisión y política ya que se trata de la primera campaña presidencial durante la cual la inversión de los partidos políticos en publicidad televisiva supera a la de otros medios de comunicación. En torno a 1974 los concesionarios privados estaban obligados a renovar las licencias de los canales y -en medio de un debate acelerado acerca del rol de la televisión pública y privada, la viabilidad de diversos modos de financiamiento y los proyectos para una televisión nacional- los canales privados pasan a depender del Estado. De esta manera, el golpe del 24 de marzo de 1976 encuentra a la televisión como una herramienta disponible por parte de la Junta militar, que no desdeñó su utilización política pero tampoco descuidó el rol ideológico cultural de un medio con tanta popularidad.
El interés de la dictadura por la televisión resulta evidente por el modo en que la Junta militar reparte el control de los principales canales nacionales entre las distintas fuerzas (canal 9 para el Ejército; canal 11 para la Fuerza Aérea y canal 13 para la Armada) pero también -y fundamentalmente- en los proyectos modernizadores que despliega para la pantalla televisiva. En este sentido, la propaganda destinada a justificar la lucha contra la subversión o a implantar el plan económico del Ministro José A. Martínez de Hoz cuenta con piezas destacadas del discurso oficial del período. También resultan notables las inversiones que permiten dar inicio a las transmisiones internacionales en color (en respuesta a las exigencias de la FIFA) durante el Mundial '78 y la construcción del edificio de canal 7 -devenido ATC (Argentina Televisora Color)- que consigue durante la gestión de Carlos Montero a partir de 1979 uno de los mayores ratings de toda su historia.
A pesar de la importancia de este periodo para una historia de la televisión en Argentina y de la centralidad de la televisión en la política de medios de la dictadura, no se le ha dedicado un estudio exhaustivo. En los trabajos sobre medios y dictadura, ha prevalecido el interés por la prensa y el cine pero apenas se menciona la televisión. Los inconvenientes para acceder a fuentes fiables resultan un escollo difícil de sortear para una investigación rigurosa sobre el tema. Pero también parece prevalecer la idea de que el discurso televisivo resultaba inescindible del discurso oficial y por lo tanto no ofrecería un interés particular genuino, como si la televisión no diera lugar a una mediación específica. Este desinterés no sólo resulta insostenible sino que también atenta contra una interpretación que traspase la mera descripción. En los últimos años se han planteado dos cuestiones que, en cierta forma, resultan una condición necesaria para este dossier. Por un lado, cierto consenso acerca de la complicidad civil con la dictadura militar, sin la cual resulta imposible explicar algunos aspectos de la relación entre medios y dictadura. Por otro lado, las continuidades en el funcionamiento de los medios más allá de los límites de la periodización política del golpe militar. Este punto es crucial para interpretar esta etapa de la televisión cuyo marco institucional sienta sus bases antes del golpe y cuyo funcionamiento no se transforma radicalmente con la llegada del gobierno constitucional en 1983.
Desde ReHiMe entendemos que se trata de un capítulo importante de la historia de los medios en el país. En este sentido, encaramos varios proyectos complementarios que tienen el común objetivo de contribuir a la historia de la televisión durante ese período. En primer lugar, la discusión sobre el acceso a los archivos de televisión que dio lugar a una mesa redonda publicada en el Cuaderno 1 de ReHiMe y también a un trabajo conjunto con el Archivo Audiovisual del Instituto de Investigaciones Gino Germani. En segundo lugar, la publicación de algunos trabajos sobre el rol de la televisión durante la Guerra de Malvinas y el modo en que ese archivo fue utilizado a posteriori por el cine y la televisión. En tercer lugar, un dossier publicado en el Cuaderno 2 de ReHiMe dedicado a la televisión y la dictadura en América Latina que incluyó trabajos sobre Brasil, Chile y Uruguay. Nos pareció una forma enriquecedora de encarar el tema, ya que no sólo permite sentar las bases para posibles comparaciones, sino que también busca romper con el discurso nacionalista de las dictaduras latinoamericanas en cuya construcción la televisión no tuvo un rol menor.
Este nuevo dossier aborda un aspecto que resulta aún más desconocido: los canales de televisión provinciales. Se trata, apenas, de una pequeña contribución para comenzar a saldar una deuda enorme con una reescritura de la historia de los medios más inclusiva e integral. Es habitual –y no escapamos a este error en muchas oportunidades- hablar de medios nacionales cuando nos referimos solamente a los medios porteños, lo cual no hace sino ratificar la desigualdad que la centralización de los medios hegemónicos construye. Las dificultades para acceder a las fuentes que permitirían reconstruir la historia de la televisión en las provincias son enormes ya que, en muchos casos, el entramado entre televisión, militares y represión ha llevado a la inaccesibilidad, cuando no a la destrucción de los archivos. Pero tal vez ha pesado más aún la continuidad de algunas figuras y estructuras de los poderes provinciales que han funcionado como amenaza persistente.
Nos proponemos subir online artículos escritos especialmente para ReHiMe por investigadores que cuentan con trabajos previos sobre medios y política en algunos casos o sobre televisión en otros pero que siempre han hecho de los medios regionales uno de sus objetos de investigación. En la convocatoria, les hemos planteado algunos ejes muy generales -que en alguna medida intentamos resumir en los párrafos anteriores-, sin embargo, la respuesta es esperablemente disímil porque se trata de historias diversas, escritas desde perspectivas también variadas. En muchos sentidos, esa diversidad condensa la necesidad de contrarrestar el proyecto autoritario que estos trabajos reconstruyen. Entendemos que se trata de un bosquejo inicial, que propone establecer redes entre los investigadores pero sobre todo, que intenta promover nuevas investigaciones sobre el tema. Los artículos irán apareciendo en forma periódica y esperamos que puedan ir conformando entre sí una suerte de diálogo. |