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                          Las revistas en la historia (social)  
                            de Jorge B. Rivera | 
                        
                        
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                          | ¿Cuáles son los motivos para volver a Rivera? Sin duda, uno de ellos, es  que trabajé en la Cátedra de Jorge Rivera por largos años y esa experiencia fue  un reto; provengo de una disciplina, la historia, en la cual, en su versión  universitaria, las preguntas sobre la cultura no pueden consolidarse en una  materia que se integre a la currícula, aunque es cierto que la investigación  sobre temas culturales está siendo cada vez más frecuente  y cada vez más estudiantes piensan que abordar  estos problemas fortalecerá su formación de grado.   | 
                        
                        
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                          | Creo entonces que ése es un buen inicio para volver a Rivera, y para  pensar en dos dimensiones, centrales a mis intereses. La primera responde a una  pregunta muy amplia, movilizada por una curiosidad de formación, y se refiere a  repasar: ¿qué historia hacía Rivera? El segundo motivo es mi interés en las  revistas populares y culturales: Jorge Rivera abordó estos temas como objeto de  estudio y también como fuentes indispensables para sus trabajos. | 
                        
                        
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                          | Podemos afirmar que Jorge Rivera realizó un aporte muy importante para  el estudio de la historia de los medios de comunicación en la Argentina. Sin  duda colocó a los medios de comunicación en un proceso socio cultural con  dimensiones políticas y económicas. Los temas que Rivera y otros tomaron en  momentos iniciales de la Historia de los Medios, han quedado plasmados en textos,  entrevistas o relatos del “boca a boca” que dan cuenta de la etapa en que Gino  Germani, sus preguntas y sus seguidores hicieron pie en la carrera de  Sociología dejando afuera a los medios de comunicación y a los públicos masivos  como problema social. Pero no es en esa disputa institucional con claras  aristas políticas donde quiero detenerme, sino preguntarme sobre la historia  que escribió. | 
                        
                        
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                          | Seguramente la escritura de Jorge Rivera además de constituir una  declaración de principios sobre algo no hecho y que consideraba indispensable, estuvo  permeada por la sensibilidad de su época, por su historia personal en un  sentido amplio, por su inagotable curiosidad, por sus lecturas y por su  sociabilidad. Él, como otros, fue alguien que arribó al mundo de la  intervención pública con un bagaje de otra época y con una manera de calibrar y  dimensionar las múltiples formas en que la cultura se tramaba con la vida  social. Rivera denunciaba la falta de institucionalización de una sociología  que se ocupara de la importancia de los medios de comunicación pero a su vez  transparentaba una suerte de insurrección profesional una fuerte vocación de  transitar por los bordes. Las reglas de la profesión, venían de su manera de  entenderse y pensarse como intelectual – periodista.  | 
                        
                        
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                          | A pesar de las enormes distancias políticas e ideológicas que  mantuvieron, el trabajo histórico de Jorge Rivera está imantado por las  lecturas que realizó de la obra de José Luis Romero. Rivera acompañó las  lecturas de Romero en relación a la sociedad burguesa, las elites y se preguntó,  como él, en las formas en que la cultura se tramaba con la ciudad moderna, con  la sociedad y con la política, prestándole especial atención a los márgenes  populares de esa cultura. Por eso Jorge B. Rivera hizo una historia social de  los medios de comunicación iluminando a los sectores sociales populares y a sus  producciones y consumos que se mantenían opacados en la narración histórica de  la época. | 
                        
                        
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                          | El segundo tema retoma un área de interés específico en la producción de  Jorge Rivera: las revistas populares y culturales. | 
                        
                        
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                          Para Rivera las revistas ocuparon un lugar indispensable en el andamiaje  formal de sus preguntas y las insertó en el entramado de El escritor y la Industria cultural, La forja del escritor profesional e Historia del Humor gráfico Argentino, entre  otras obras donde la aspiración está en encontrar las claves para explicar las  dimensiones de ese proceso histórico, capturar la totalidad. Por eso me gusta  pensar que Rivera trazó un mapa, una hoja de ruta. 
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                          | En el marco de esos trabajos se acercó  a Caras y Caretas, de manera abreviada,  pero si desplegamos sus preocupaciones y sus preguntas y sistematizamos su mirada  y sus lecturas no hacemos más que encontrar un acercamiento original en la  manera de leer las revistas dentro de la cultura de la época.  Pensó a los escritores destacados y  desconocidos en un medio periodístico, aportando densidad al campo y ensayando  desde allí formas novedosas y breves de literatura; pensó la contribución de la  revista para la profesionalización del escritor, esbozó la importancia de la  imagen para reforzar las secciones y las publicidades como una manera de  aumentar los anunciantes, la comparó con los magazines europeos, y la insertó  en una tradición dentro del mundo de revistas nacionales. | 
                        
                        
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                          | Notó las novedades que incorporó la revista en el campo de la edición y  pensó la modernización técnica con tanto interés como la modernización de las  ideas. Se acercó  a la Compañía General  de Billetes, empresa que editaba Caras y  Caretas. Su sintética pero perspicaz mirada   nos permite preguntarnos sobre modelos de comercialización y organización  del trabajo en los talleres gráficos para sortear la conflictividad obrera en  los primeros años del siglo XX. | 
                        
                        
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                          | Le llamaron la atención las tapas, los dibujantes y las tempranas historietas.  No dejó de pensar en la redacción como otro lugar que contribuyó a crear  identidad en los periodistas, en los dibujantes y en los fotógrafos. | 
                        
                        
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                          | Rivera leyó las crónicas periodísticas de Fray Mocho tituladas “instantáneas”  como síntoma de la naciente cultura visual que colocaba a “la metáfora  fotográfica” como signo de “modernidad” finisecular, impregnaba en cierta forma  el lenguaje y la percepción de las cosas, a partir de ese nuevo y complejo  aprendizaje antropológico que habían desencadenado los medios visuales desde la  aparición del daguerrotipo en la década de 1830” (Rivera; 1997). Las imágenes  se habían metido en el mundo del periodismo y las imágenes en movimiento en una  sociedad sensibilizada para recibirlas. Rivera nos anticipó que las revistas  ilustradas como Caras y Caretas y las  primeras imágenes en movimiento reproducidas en los rudimentarios dispositivos  como el kinetoscopio y el cinematógrafo iniciaron el aprendizaje audiovisual de  la sociedad. En Caras y Caretas las modernas  cabezas de Pellicer y Fray Mocho, tempranos consumidores de estas imágenes, transfieren  a la prensa y al periodismo el ritmo de la imaginación popular. | 
                        
                        
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                          | Sin duda se preguntó sobre los lectores y sobre sus posibilidades de  leer, no hay demasiadas huellas en sus escritos sobre este problema: sólo habla  de “adecuación a los gustos”, “preferencias del lector” “satisfacción de un  público menos especializado” pero ellas no hacen más que permitirnos inferir  que había en la construcción de público una preocupación que más tarde  desarrollaron otros historiadores de la cultura. No obstante ello, cuando releo  a Rivera, recuerdo su curiosidad y su particular percepción cultural, su  sensibilidad para mirar y su apuro por dar cuenta de aquellas cosas que los  otros no miraban. Me hubiera gustado que fuera mas allá, más a fondo pero  pareciera que sus preguntas eran muchas y el tiempo que tenía era menor en  relación a sus ganas de demostrar esas hipótesis que irán construyendo un  corpus historiográfico sobre los medios de comunicación en la Argentina. Diría  que el trabajo iniciado por Rivera en torno a esta publicación se completó con  la aparición de importantes investigaciones como la de Eduardo Romano y más  recientemente con la tesis de Geraldine Roger y los trabajos vinculados a la  imagen en la revista de Sandra Szir.  | 
                        
                        
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                          | Se ocupó también, en sus investigaciones iniciales, de las revistas  culturales pero en el libro El Periodismo  cultural (1995),Rivera despliega  otra faceta de producción, a las lecturas presentes en la construcción de sus  hipótesis incorporó su propia experiencia como periodista. El ejercicio del  periodismo tomó para Rivera un peso importante a la hora de ampliar sus  primeras miradas sobre las publicaciones y plasmó estas preocupaciones en las  apreciaciones subjetivas incluidas en este libro. | 
                        
                        
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                          | Estudiar las revistas de pequeño formato implicó acercarse a artefactos  complejos  que requerían de una  metodología de trabajo variada y creativa. Dicho en otros términos Jorge Rivera  no se desentendió del carácter de “laboratorio de ideas” que tuvieron y tienen las  revistas culturales y no sólo prestó atención a la forma elegida para  insertarse en la circulación de estos bienes simbólicos sino que también pensó  que cada publicación transmitió una configuración de ideas determinadas para  ser consumidas por un público cuyo gusto respondían a instancias básicamente  epocales.  | 
                        
                        
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                          | Aunque buscó en las tradiciones más reconocidas de Europa y América,  colocó al periodismo cultural en una zona donde convive tanto con la difusión  de la producción artística, literaria o filosófica que ha quedado fuera del  mercado cultural como con aquella reproductiva o de divulgación que filian a  estas publicaciones  con la industria  cultural. | 
                        
                        
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                          | Otra cuestión interesante es otra vez la voluntad totalizadora, dar  cuenta de aquellas publicaciones que circulaban entre fines del siglo XIX y la  década del 70 del siglo XX y que Rivera consideraba emblemáticas por la función  que cumplieron dentro del campo donde incluyó a las revistas de pequeño  formato, a los suplementos culturales, las secciones culturales de los  semanarios y a las revistas underground. Aunque en muchos aspectos el libro es  un catálogo ampliado de las revistas culturales más emblemáticas y un recorrido  por los géneros más transitados del periodismo cultural, lo más vivificante es  su insistencia en pensar a estas publicaciones como espacios complejos y como  artefactos que aún no han dado a la historiografía todo lo que tienen para dar. | 
                        
                        
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                          | Para Jorge B. Rivera las revistas eran canteras todavía inexploradas y  aunque la investigación de los últimos años ha ido transitando publicaciones y  contado historias hay mucho trabajo por hacer si pensamos en la gran cantidad  de revistas que circularon tanto entre el publico masivo como por los públicos  más fragmentados y con intereses políticos y culturales variados. Quedan muchas  publicaciones para desempolvar en los estantes de las bibliotecas.     | 
                        
                        
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